Eliseo

Espero que entiendan el espíritu de lo que escribí, espero que sea traducido al pie de la palabra, para no cambiar el sentido de lo que escribí. Perdón si hay alguna falta o algún tachón, pero cada vez que escribía me ponía muy nervioso. Si hubiera algo que no se entienda, por favor preguntármelo. Experimenté que se siente muy bien escribir mi pasado. Quisiera escribir mi historia más técnicamente, más ordenadamente, para que se entienda mejor, quizá algún día lo pueda hacer. Gracias por escuchar y leer mi historia.

En este momento me preparo para escribir mi historia, trato de recordar todo lo que sea posible, voy a tratar de escribir todo lo que recuerdo y todo lo que me han contado, es mi propia historia, muy triste pero mi historia. Historia que nunca ha sido contada ni escuchada en su totalidad, a mí nunca nadie me ha entrevistado, soy una víctima más que ha mantenido su historia en silencio, la escribo esperando que todo lo que aquí lean me lo crean, por favor, aquí no voy a escribir ninguna mentira, espero que la traducción sea lo más correcta posible para no confundir lo que trato de decirles.

Me da mucha tristeza al recordar que tenía escasos cinco años de edad, cuando esos desgraciados me quitaron lo que más quería, me quitaron a mi padre y a mi madre. Nosotros vivíamos en una casa muy humilde, vivíamos en la aldea Pamumús (que en español significa ‘lugar de llovizna’). Esta aldea pertenece al municipio de San Juan Comalapa, del departamento de Chimaltenango. Era una aldea muy humilde, para llegar a esta aldea había que caminar mucho tiempo en la montaña.

Recuerdo que había que cruzar un río donde a mí me encantaba jugar. Mi vida hasta los cinco años era normal. Yo jugaba, reía, lloraba, tenía siempre a mis padres y a mis hermanos cerca de mí. En la casa teníamos gallinas que nos daba muchos huevos, cerdos, algunas vacas, un perro con quien yo jugaba (todos nuestros animalitos los dejamos). Luego lo que recuerdo es de que un día salieron todos, yo me quedé únicamente con mi hermana Luisa, a mí no me dijeron a dónde iban. Lo que recuerdo es de que ese día no regresaron. Mi familia regresó hasta el siguiente día, pero al regresar ya no venían todos los que se fueron. A mi madre y un tío nunca los volvimos a ver.

Cuando yo crecí me contaron que cuando a mí me dejaron en la casa con mi hermana Luisa, ellos se habían ido a la graduación de mi hermana mayor Patricia. Mi hermana iba a recibir el título de Maestra de Educación Primaria. Ella estudiaba en un internado de monjas llamado Instituto Indígena Nuestra Señora del Socorro, en la ciudad de Guatemala, y que debido a la lejanía no habían podido regresar hasta la aldea, entonces se quedaron en la casa de mi tío. Al día siguiente empezaron a caminar para llegar a la aldea de Pamumús, cuando ellos iban caminando, unos hombres les cerraron el camino y sin dar una explicación se llevaron a mi madre y un tío. Luego les dijeron a mis hermanos y otros familiares que acompañaban a mi hermana en su graduación que se fueran rápido y sin voltear a ver, porque si no los mataban. Ellos tuvieron que obedecer las órdenes de los malditos soldados porque tenían miedo de morir, a excepción de mi hermano Pedro, que muy valientemente les dijo que se lo llevaran a él pero no a mi mamá, pero le pegaron y le dijeron bruscamente que no. No sé si llevaron a alguien más, a mi madre nunca la volvimos a ver. Mi tío emigró al Petén y luego a México porque lo estaban persiguiendo para matarlo.

No es fácil recordar y escribir esto, porque cuando uno se gradúa es motivo de felicidad y fiesta, esos infelices nos apagaron la alegría. Pienso en mi hermana cómo se habrá sentido en ese momento, nadie se podía explicar por qué se habían llevado a mi madrecita, nadie nos podía dar una explicación. Pero la maldad de esa gente no terminaba allí. Hasta donde recuerdo, pasado algún tiempo (no puedo recordar cuánto tiempo con exactitud), una noche en la cual ya no estaba entre nosotros mi madrecita, tocaron a la puerta. Nosotros estábamos muy asustados. Vivíamos con mucho miedo desde el secuestro de mi mamita. Recuerdo que uno de mis hermanos abrió la puerta y un hombre preguntó por mi papá. Mi padre salió a ver de qué se trataba (puesto que mi padre era uno de los líderes de la aldea Pamumús, él era un hombre muy activo, le gustaba trabajar para la familia y para la aldea, tenía un carácter muy fuerte, le teníamos que obedecer porque si no nos castigaba). Mi padre habló por un buen momento con los hombres, luego platicó con mis hermanos más grandes y se marchó en plena oscuridad. A mí como siempre no me contaron nada de lo que estaba pasando (hasta cuando yo tuve la edad suficiente me contaron que mi padre tuvo que salir de emergencia porque lo estaban buscando para matarlo y que esos hombres que llegaron a tocar a mi casa los habían mandado el ejército para asesinarlo, pero ellos sólo le dijeron que desapareciera para disimular que lo habían matado, entonces no hubo otra salida que escapar y dejarnos solos).

Trato de recordar con exactitud cuánto tiempo más nos quedamos en la aldea de Pamumús, pero no es posible. Lo único que recuerdo es de que luego salimos caminando por la montaña, no fue por donde siempre caminábamos, porque yo recordaba bien el camino para llegar hasta San Juan Comalapa (desde entonces no he regresado a la aldea de Pamumús, mis hermanos sí han regresado, yo no soportaría regresar a ese lugar. Si regreso puede ser que recuerde muchas cosas y me pondría más triste). Caminamos mucho tiempo cargando con las pocas pertenencias que eran posibles llevar.

Luego llegamos a San Juan Comalapa, nos quedamos una noche en casa de mi tío. Al día siguiente mis hermanos decidieron viajar a la Antigua Guatemala, ya que el internado del Instituto Nuestra Señora del Socorro lo habían trasladado a la Antigua Guatemala. Yo me quedé con mi hermano Pedro por algún tiempo en casa de mi tío. Mi tío me quería mucho, recuerdo que me compró un par de zapatos porque yo en pocas ocasiones usé un par de zapatos en la aldea donde vivíamos, pero esos zapatos que compró mi tío me lastimaban porque no estaba acostumbrado a usar zapatos. Mi hermana Luisa se quedó regalada con mi abuela, ella la quería mucho pero Luisa no se sentía bien y fue por eso que no se quedó por mucho tiempo con ella. Luego un día mi hermano Pedro decidió que fuéramos a buscar a mis otros hermanos. Nosotros queríamos estar juntos y fue así como viajamos a la Antigua Guatemala a buscar el Instituto Nuestra Señora del Socorro. Cuando encontramos a mis hermanos, ellos se extrañaron al vernos porque no era lo que habían planeado puesto que no podíamos estar todos en ese internado, ya que este internado era sólo para señoritas. Mi hermana Patricia habló con la monja que era la directora, para que nosotros nos pudiéramos quedar por algún tiempo en el internado. La superiora aceptó que nos quedáramos por algún tiempo. Luego la madre superiora ayudó a mi hermana Patricia para encontrar un lugar donde pudiéramos estar cada uno de mis hermanos, fue así como viajamos a la capital y la madre superiora nos llevó a un internado que se llama Hogar del Niño, éste era dirigido por monjas italianas, que recogían niños huérfanos. Este internado sólo aceptaba niños, no niñas. Entonces me dejaron sólo a mí. Recuerdo que cuando me dejaron, me dijeron que ya iban a regresar, que sólo iban a comprar un helado. Yo preguntaba por mis padres, pues yo no sabía qué había sucedido con ellos, yo lloraba, lloraba y lloraba hasta que me dejaron a la fuerza pues no podían hacer otra cosa. Recuerdo que me costó demasiado, porque yo no podía hablar español, sólo hablaba cakchiquel y ese internado estaba dirigido en su mayoría por monjas italianas y colombianas y de los niños nadie hablaba mi lenguaje. Recuerdo que perdí el primer año en la escuela, pero en ese año aprendí a hablar un poco el español, el siguiente año repetí primero primaria en la cual tuve una maestra de origen colombiana. Era muy buena gente, ella era como mi madre. Inclusive me quería llevar a su país, pero yo no quería porque quería estar con mis hermanos, aunque los miraba muy poco.

Pero paralelo a esto la superiora del Instituto Nuestra Señora del Socorro buscó un lugar donde pudieran estar el resto de mis hermanos. Mis dos hermanos, Pedro y Jorge, se quedaron en el Instituto Indígena Santiago, este era otro internado para hombres indígenas. Lo que me da más tristeza aún es de que la menor de mis hermanas, quien se llama Laura, en esa época tenía tres años de edad, lo que quiere decir de que a la hora de que mis padres desaparecieron ella tenía escasos dos años de edad, ella era la que más necesitaba del cuidado de mi madre, pues ella era una bebita. Localizaron un lugar llamado Mather Orphanorum en la ciudad de Guatemala, ésta estaba dirigida por monjas. En este internado costó mucho que las aceptaran [a mis hermanas] puesto que Laura era demasiado pequeña y requería un cuidado especial y Natalia usaba el traje indígena de San Juan Comalapa y ella no se lo quería quitar. De tanto insistir lograron que ellas se quedaran en ese internado. Lo que me contaron después fue de que mi hermana Laura estuvo a punto de morir pues ella estaba muy pequeña y el trato y la alimentación que les daban no era el adecuado para ellas, pero gracias a Dios logró sobrevivir. Mi hermana Natalia permaneció en ese internado hasta que se graduó de Perita Contadora y mi hermanita Laura, sólo estuvo hasta sexto primaria, ya que mi hermana Natalia se había graduado y mi hermanita no quería estar sola. Natalia empezó a estudiar en la Universidad de San Carlos de Guatemala pero no pudo terminar. Laura se graduó en el Instituto Nuestra Señora del Socorro de Maestra en Educación Primaria. Luego empezó la carrera de Derecho en la Universidad de San Carlos de Guatemala, pero por problemas no pudo terminar. Quizá algún día puedan continuar mis hermanas estudiando en la Universidad.

Mi hermana Luisa se quedó en el Instituto Nuestra Señora del Socorro hasta que se graduó de Maestra de Educación Primaria. Luego siguió sus estudios en la Universidad Rafael Landívar por medio de una beca, actualmente es Licenciada en Educación Bilingüe Intercultural.

Todos tuvimos experiencias diferentes en cada internado en que estuvimos, pero quiero referirme al Hogar del Niño, donde a mí me tocó estar. En este lugar estuve seis largos años. Digo seis largos años porque no fueron los mejores años. En el primer año extrañé mucho a mis padres y a mis hermanos, ya que mis hermanos me visitaban muy poco y yo me ponía demasiado triste y lloraba mucho. Y esto no lo podían entender las monjas que me cuidaban puesto que tenían que cuidar muchos más niños y no podían atender sólo a mí. Además, nunca me contaron por qué ya no regresamos a la aldea Pamumús (aunque muy humilde pero allí éramos felices), por qué ya no estábamos con nuestros padres.

Pasé momentos muy tristes, como cuando a los demás niños los visitaban sus familiares o cuando tocaban salidas para irse a sus casas y a mí nadie me visitaba y yo no tenía a dónde ir.

Recuerdo especialmente cuando tenía más o menos diez años de edad. Nos llevaron con el doctor al centro de la ciudad, a varios niños que teníamos problemas con los ojos, esa vez viajamos en bus y nos iba cuidando una monja, yo estaba tan emocionado viendo los edificios, los carros, tanta gente, tantas ventas, que no me di cuenta en qué momento se bajaron los demás niños con la monja. Estaba perdido en una ciudad en la que nunca había estado. Lloré demasiado, no sabía qué hacer. Caminé durante horas por las calles, hasta que un policía me preguntó: ‘¿Por qué lloras?’ Y yo le contesté que estaba perdido, que estudiaba en el Hogar del Niño. El buen policía me obsequió un quetzal y me dejó en un bus indicándole que me dejara en el Hogar del Niño. Yo iba a la par del chofer, pero sorpresa, cuando me dijo el chofer que ya íbamos llegando y me señaló que allí estaba la Casa del Niño, me puse a llorar y le dije que ese no era el Hogar del Niño. El chofer me dio comida pues ya era hora del almuerzo y yo no sabía en qué lugar me encontraba. El bus había recorrido toda la ciudad, luego el chofer continuó su rumbo y me dio indicaciones de que bajara en el lugar que él me iba a indicar y que allí abordara un bus que tenía el número diez (de suerte ya sabía leer y escribir) y así lo hice. Cuando me subí al bus con el número diez, me sentí más perdido, pues no sabía a dónde iba a parar, pero me senté a la par del chofer y le indiqué que quería llegar al Hogar del Niño que quedaba en la zona siete, y este me indicó que sí lo conocía. El bus se tardó mucho en llegar a la zona siete, cada minuto que pasaba me asustaba más pues no conocía los lugares en que el bus iba pasando. Me sentí feliz cuando vi un centro comercial que en esa época se llamaba La Samaritana (actualmente se llama La Económica, que de económica no tiene nada) y rápidamente le indiqué al chofer que allí me quedaba. Al bajar no sabía qué hacer, tenía mucho miedo de lo que me fueran a decir. Caminaba y caminaba cada vez con más miedo y con ganas de llorar. En un momento pensé que era mejor quedarme perdido, cuando de repente vi a mi hermano Pedro (Pedro estaba internado enfrente del internado del que yo estaba). Lo llamé y le conté lo que había sucedido, pero antes de que le contara ya me había puesto a llorar amargamente. Él me tranquilizó y me llevó al Hogar del Niño. Las monjas se pusieron muy felices cuando me vieron, porque había regresado, me abrazaron y me dijeron que la mayoría de las monjas habían salido a buscarme. Me pidieron que les contara cómo había regresado solo, pero no se los pude contar, porque lloraba mucho. En ese momento pensé que sí existían personas que se preocupaban por mí, pero no era suficiente, yo quería el cariño de mis padres y de mis hermanos.

Ésta es sólo una de las cosas que me pasaron, todos mis hermanos tuvieron diferentes experiencias. Mi hermana Patricia no podía estar atenta con los seis hermanos. Ella empezó a trabajar como maestra de Educación Primaria en una aldea del municipio de Sumpango. Patricia tenía que caminar muchísimo para llegar a esa aldea, ella ganaba ochenta quetzales mensuales, ese dinero no le alcanzaba para mantenerse ella, mucho menos a los otros seis hermanos.

Nosotros pasamos muchas penas de todo tipo. Otra de las cosas que en su momento no le puse mucha importancia porque yo era un niño que apenas empezaba a comprender el mundo, fue cuando yo empecé a viajar solo hacia la Antigua Guatemala. Un día mi hermano Jorge llegó a visitarme, pero sólo para avisarme que no llegara por un buen tiempo a La Antigua porque a mi hermana Patricia se le había muerto un bebé y que nadie me podía atender. Yo me quedé pensando mucho porque nunca tuve la oportunidad de ver a mi hermana embarazada y casi no llegaba a visitarlos y ahora menos aún con la pérdida de mi sobrino. Es muy doloroso escribir todo esto, porque en ese momento sufría muchas cosas que un niño normal no tenía que sufrir, hasta ese momento yo nunca volví a preguntar por mis padres.

Yo estudié seis años en el Hogar del Niño y luego estudié en otro internado de sacerdotes italianos, que se llama Centro Vocacional San José, en este internado estudié por tres años (en este internado me tuve que escapar el último año debido a que ya no quería estar encerrado).

Esta parte de mi historia que continúa es la que muy pocos conocen. Quizá sea la más triste porque yo ya podía comprender mejor las cosas, esto fue cuando yo era más grande y ya podía comprender más las cosas. En una ocasión, mis hermanos Pedro y Jorge (ellos estaban estudiando el último año para graduarse como Maestros de Educación Primaria) me llevaron a un municipio que se llama Sumpango. Ellos me llevaron a un lugar donde vivía un señor. Mis hermanos estaban haciendo sus prácticas en Sumpango y vivían con ese señor, y yo también llegaba de vez en cuando con ese señor. Este hombre tenía una esposa muy amable y servicial, también tenían un hijo. Por mucho tiempo tuvimos mucha relación con esta familia, pero yo me preguntaba quién será este hombre. Nunca se lo pregunté a nadie, así como no preguntaba nada de lo que nos había sucedido en el pasado y nadie se atrevía a contármelo (ahora les doy la razón del porqué no me lo contaban).

Poco a poco mis hermanos me empezaron a contar algunas cosas, y a mí me causaba mucha tristeza lo que me contaban y no lo podía creer. Un día platicando con un amigo de mis hermanos, me dijo algo que no olvido, este señor me dijo que: EL SEÑOR A QUIEN ÍBAMOS A VISITAR A SUMPANGO ERA MI PAPÁ. Yo me quedé callado y no sabía qué contestarle, porque mis hermanos me contaban que a mi papá y a mi mamá los habían secuestrado y los soldados los habían matado. Yo no comenté esto que me había contado aquel amigo de mis hermanos, hasta que un día le conté a mi hermano Jorge lo que ese señor me había contado y él me contestó que no era cierto y que no le hiciera caso porque él estaba bromeando (la verdad era de que no querían que yo lo supiera porque lo podía contar, y en ese entonces nos estaban controlando). Entonces le creí más a mi hermano que al señor. Porque el señor que era mi supuesto papá vivía con su esposa y su hijo, entonces era imposible que fuera mi papá.

Pasaron tres años (cuando mis hermanas Natalia y Luisa se graduaban como Perita contadora y maestra, respectivamente), y hasta entonces yo tuve la oportunidad de volver con este señor a Sumpango (menciono mucho a este señor, porque no le sabía el nombre, nadie le decía su nombre, a mí siempre me decían que era un amigo). A mí me extrañaba mucho el hecho de que este señor siempre lo encontrábamos viviendo en diferentes lugares. Nunca lo encontrábamos viviendo en la misma casa, constantemente se cambiaba de casa. Pero bueno, cuando volví a ver este señor, vivía entre la milpa, muy alejado del centro del pueblo. De hecho en todas las casas en la que él había estado tenían la característica de que estaban muy lejos del pueblo. Siempre había que caminar mucho, en esta ocasión estaba muy lejos del pueblo. El señor nos entró a su humilde vivienda, como siempre nos ofrecía algo de comer o de tomar. Yo ya me había familiarizado con este señor, para mí sólo era un conocido más. Mi hermano Pedro platicó un buen rato con este señor en privado y luego el señor nos regaló una caja de tomate y otras verduras. Nos despedimos y nos retiramos. Estábamos esperando la camioneta cuando en un momento Pedro rompió el silencio que nos invadía para decirme lo siguiente: ‘ESTE SEÑOR A QUIEN VENIMOS A VISITAR TANTO ES NUESTRO PADRE’.

(Para quien esté leyendo estas líneas quiero que sepa, que en este momento derramo unas lágrimas, me tomo un descanso para poder volver a escribir, no es fácil contarlo, para mí, quisiera superar esto pero me cuesta mucho trabajo, quizá algún día pueda superarlo.)

Yo me quedé completamente callado, porque después de diez años mi padre resultaba ser aquel hombre que hacía aproximadamente cinco años conocía. Me hice las siguientes preguntas: ¿Por qué él no vivía con nosotros? ¿Por qué nos abandonó? ¿Por qué no me lo contaron cuando yo lo conocí?

Yo no sabía qué decir, yo tomaba a este buen hombre como una persona más que nos quería ayudar (en el transcurso de mi vida ha habido muchas personas que nos han extendido la mano para ayudarnos sin ningún interés). Yo me quedé absolutamente callado, no sabía qué decir, no sabía qué hacer, no sabía si ponerme a llorar o salir corriendo y abrazarlo por el re-encuentro. Pero no, no hice nada, ni dije nada y Pedro no me dijo nada más, solamente me dijo que no me lo habían dicho antes porque yo era demasiado pequeño y que no lo podía entender. Yo no le reclamé nada, no le dije nada, yo estaba totalmente confundido. Esto nunca se lo comenté a nadie, no tenía una persona de confianza a quién contárselo. Por las noches pensaba mucho y lloraba mucho, me hacía miles de preguntas, como la siguiente: ¿por qué mi papá no nos buscó antes para que estuviéramos juntos? ¿Por qué mi papá tiene otra esposa y en ese momento ya tenía tres hijos con la otra esposa? ¿Será que mi madre también vive y solamente que no sabemos dónde está? Yo me hacía miles de interrogantes, pero no se lo preguntaba a nadie, todo me lo tragué yo solo. Yo vivía y sigo viviendo siempre pensativo, triste, tímido, tragándome todos mis problemas. Yo pregunto muy pocas cosas a mis hermanos, pero cuando nos reunimos todos los hermanos, a veces empiezan a contar cosas que nos pasaron y aprovecho para enterarme de más cosas de mi pasado, de nuestro pasado.

Yo me preguntaba por qué mi padre buscó hacer otra familia, y me preguntaba si mi madre estaba viva por algún lugar de Guatemala o México. Me duele mucho decir que me costaba y aún me cuesta decirle papá a este señor, ya que ya lo conocía y nunca le había dicho papá, y además no me gusta que él tenga otra familia, porque si él no tuviera otra familia él podría vivir con nosotros. Durante el regreso a casa nadie comentó nada, todos íbamos muy pensativos, yo pensaba y me preguntaba ¿hasta cuándo lo volveremos a ver, para que yo tenga la oportunidad de hacerle las preguntas que siempre había querido hacerle?

La única persona que sabe más o menos de todo esto es doña Lucía, porque luego del reencuentro, yo se lo conté. Ella es la única persona que me ha sabido escuchar, me ha dado alientos para seguir adelante. Yo le contaba a ella que no me sentía bien decirle papá, pero que lo respetaba mucho. (Le agradezco a ella por escucharme y entender mis lágrimas.)

En Guatemala se celebra el 17 de junio, el día del padre. En una ocasión yo decidí ir en busca de mi padre al departamento de Chimaltenango. Me costó demasiado, caminé mucho, su casa estaba demasiado lejos, pero al fin encontré la casa. Al llegar a la casa encontré a su esposa y sus hijos, me entraron a la casa muy humilde, y me ofrecieron algo de tomar. Luego les pregunté sobre mi padre y me dijeron que se había ido a trabajar al campo (yo me puse muy triste porque era el día del padre y creo que él no lo sabía). Les pregunté dónde estaba trabajando y lo fui a buscar. Recuerdo que caminé bastante, pero lo encontré limpiando la milpa. Como la milpa estaba muy pequeña fue fácil verlo. Me conmovió mucho verlo trabajar, porque cuando lo encontré lo observé detenidamente y lo vi trabajando con un azadón. Él trabajaba muy lentamente. Me acerqué muy lentamente hasta que él se dio cuenta de mi presencia.

Lo saludé, no pude decirle ¡feliz día del padre! No sé por qué no se lo dije, le hablé y le dije que me diera un poco de tiempo para hablar con él, y me contestó que sólo sería un momento porque el dueño del terreno no quería que estuviera descansando. Lo único que le dije fue de que quería saber mi historia, nuestra historia. Él empezó diciéndome lo siguiente:

Que en San Juan Comalapa existían unas personas muy malas (mi padre me dijo los nombres de esta gente y que actualmente viven, pero no pude retener los nombres de esta gente). Una de estas personas estaba enamorado de mi madre, pero como mi padre se casó con ella, le tenían un rencor a mis padres. Fue tanto el rencor que esta gente mala le informó a los soldados del gobierno de Ríos Montt que mis padres eran guerrilleros y que mi hermana Patricia estaba estudiando con el dinero que la guerrilla le estaba dando y fue por eso que los soldados habían secuestrado a mi madre. Posteriormente, unos hombres mandados por el ejército lo buscaron a él para matarlo, pero gracias a Dios estos hombres no eran tan malos y le dijeron que tenían la orden de matarlo pero que ellos conocían a mi padre y que él no tenía nada que ver con la guerrilla y le dieron la oportunidad de que se fuera muy lejos y que nunca se supiera más de él y ellos iban a informar que lo habían matado y que el cuerpo lo habían desaparecido. Fue así como él esa misma noche salió de la casa y viajó para Escuintla. Lastimosamente, en esa época los soldados se enteraban de todo, y se enteraron que mi padre estaba en una finca de Escuintla, fue así como viajó al departamento del Petén. Allí vivió por mucho tiempo, en todo este tiempo mi padre sabía de nuestra existencia, él sabía dónde estábamos viviendo, pero también sabía que los soldados nos estaban vigilando para ver si él se unía con nosotros. Luego él viajó a Sumpango y fue entonces cuando mis hermanos se acercaron a él, pero él ya estaba viviendo con otra mujer y tenía un hijo con ella (me contó muchas cosas que vio y vivió cuando estaba en el Petén, vio muchas masacres, a mí me conmovió bastante. Gracias a Dios él estaba vivo y nosotros también). Mi próxima pregunta fue: ‘¿Y mi madre? ¿Qué fue de mi madre? ¿Está viva mi madre?’ Él me respondió que él estaba enterado de que la habían matado los soldados y que la habían enterrado en un cementerio clandestino que se encuentra en un destacamento militar en San Juan Comalapa.

Me despedí de él con mucha tristeza, me dio mucha rabia que por una estupidez hubieran involucrado a mis padres con la guerrilla. Mis padres eran humildes, trabajadores, ellos no sabían nada de comunismo y por esa estupidez cambiaron el destino de nuestras vidas.

Actualmente, en el cementerio clandestino ubicado en San Juan Comalapa se están realizando exhumaciones y se han encontrado más de cien restos de personas que han sido enterradas en ese lugar. Cuando yo fui por primera vez a ese lugar me sentí conmovido al ver, en una fosa en donde estaban trabajando los antropólogos, a los restos de un grupo de personas que según se miraba habían sido enterrados vivos, y así lo comentaban los antropólogos. En otra fosa se veían restos de gente que tenía el llamado tiro de gracia, otros que estaban mutilados, la cabeza la tenían entre las piernas. No quiero seguir mencionando esto porque lo único que se me viene a la mente es ¿cómo habrá muerto mi madrecita? Para poder encontrar los restos de mi madre hay que saber cómo iba vestida. La última vez que la vimos y la única que más o menos se recuerda es mi hermana Patricia. Viajamos en varias ocasiones a este lugar con la esperanza de encontrar los restos de mi madrecita. Nosotros estamos seguros de que sus restos se encuentran en ese cementerio clandestino porque un soldado que estuvo en ese lugar en esa época y que conocía a mi madre, nos contó que a ella la habían asesinado en ese lugar.

Me sentí muy triste cuando un amigo de San Juan Comalapa me contó que habían localizado un horno gigante y que un soldado había dado su testimonio de que en ese horno gigante quemaban a las personas y que sólo quedaban las cenizas. Yo ya no quería saber nada, porque cada cosa la asociaba con la muerte de mi madre.

ESTO ES LO QUE ME TIENE TRISTE, PORQUE POR UNA ESTUPIDEZ ASESINARON A MI MADRE. POR UNA ESTUPIDEZ SE DESINTEGRÓ MI FAMILIA, POR UNA ESTUPIDEZ PERDÍ MI LENGUAJE, PERDÍ MI CULTURA, PERDIMOS NUESTRAS PROPIEDADES PORQUE NUNCA MÁS VOLVIMOS A NUESTRA ALDEA. EN CONCLUSIÓN PERDIMOS TODO. EN REALIDAD ES POR MI MADRE QUE LLORO. ELLA NO TENÍA QUE SUFRIR ESTO. YO NO SÉ LA FORMA EN QUE ELLA MURIÓ. ESA GENTE MALA NO TENÍA DERECHO DE QUITARLE LA VIDA A MI MADRECITA SANTA. ELLA NO SE LO MERECÍA.

¡MADRECITA LINDA EN DONDE QUIERA QUE ESTÉS, QUIERO DECIRTE QUE TE QUIERO MUCHO Y NUNCA TE OLVIDARÉ. TÚ SABES MUY BIEN QUE ALGUIEN HARÁ JUSTICIA, TE AMO MUCHO!

Pero gracias a Dios nosotros con todas nuestras limitaciones, con todos nuestros sufrimientos, y que gracias a personas muy ajenas a nuestra familia nos ayudaron a salir adelante. Gracias a la Maya Educational Foundation que me otorgó una beca, que al graduarme tengo que rembolsar, pero creo que todo es posible.

Espero graduarme como abogado y notario en diciembre del año 2005, y trabajar para las personas de escasos recursos, porque me pongo a pensar que cuando nosotros en algún momento de nuestra vida necesitamos ayuda no la obtuvimos porque somos de escasos recursos.

Yo quisiera que en Guatemala reinara la paz, la tranquilidad, la justicia y el amor. Yo quisiera que todos los guatemaltecos fueran iguales, que no hayan desigualdades por raza, cultura, religión, etnias, y formas de pensar. Todo esto influyó que yo estudiara la carrera de derecho, ya que en la situación que me encuentro no podía estudiar la carrera que de verdad quería estudiar que era la carrera de Arquitectura. No podía por el tiempo que requiere la carrera y por los gastos que conlleva. Yo trabajaba los fines de semana, desde viernes en la noche, sábado y domingo todo el día y si era necesario trabajaba algunos días entre semana, pero estoy feliz con mi carrera, porque puedo ayudar a mucha gente.

Estoy muy contento porque estoy por formalizar mi relación con mi novia Ana, ella está esperando un bebé precioso y yo seré un padre responsable. No quiero que a mi hijo le falte el cariño de un padre, quiero que él sea una persona de bien. A mi hijo cuando crezca le contaré mi pasado para que él reflexione y aprecie la vida y aprenda a respetar los derechos de los demás. Quiero que él aprenda que sus derechos se terminan en donde empiezan los derechos de los demás. Estoy muy feliz con Ana, porque ella me comprende. Ella está conmigo en las buenas y en las malas, es muy trabajadora y sé que será una buena madre. La amo mucho.

Espero que se entienda lo que he escrito. Traté de escribir lo más coherente posible. Creo que escribí algunas cosas de más que quizá para algunos no tiene importancia y también hay algunas cosas que he dejado de escribir, ya sea porque se me olvidó en su momento o porque talvez alguien en determinado momento piense que estoy exagerando. Claro que no es toda mi historia, pero si hay alguna pregunta sobre algún punto que no esté bien claro, pueden preguntármelo de cualquier forma. Quiero que no sientan pena por preguntar algo. Esto me ayudará a recordar cosas que se me hayan olvidado.

Finalmente, quiero agradecerles el humanismo y solidaridad que demuestran hacia la población maya. Quiero agradecer por interesarles mi vida y la de mis compañeros ya que, como lo mencionaba al principio, nadie se había interesado en mi pasado, en mi historia. Es la primera vez que escribo mi historia muy resumidamente. A veces el que no lo ha vivido pensará que exagero.

Espero que me comprendan, que me entiendan, ya que en un momento sentí que ya había superado lo que siento, sentí que podía contar mi historia con tranquilidad, pero no es así. El once de marzo, a las tres de la tarde, me di cuenta que no lo había superado. Al escuchar cada historia de mis compañeros, me sentía muy conmovido y cuando me tocaba sentí un nudo en la garganta y no pude hablar. Desde entonces he estado muy triste recordando muchas cosas, hay momentos en los que estoy solo, me pongo a llorar. Cuando camino a la biblioteca me han encontrado llorando, en las noches por lo regular lloro. Me da pena contar esto, porque alguien pensará que exagero. La verdad es de que sólo el que le ha tocado vivir estas injusticias lo siente y lo comprende.

Quiero decirles que lloro la muerte de mi madre, la forma en que murió, la razón de su muerte (es una razón estúpida y sin sentido). Lloro el no poder darle cristiana sepultura y que haya un lugar donde dejarle un ramo de rosas. En conclusión LLORO LA MUERTE DE MI MADRE.

Gracias por ser mis amigas, por escucharme y comprender mi pasado, esto que me pasó no se lo deseo a nadie.