Leiria


No entendía nada, sólo miraba que estaban llorando. Bueno, habían asesinado a mi abuelo. Él salió a comprar en la mañanita, a las 4:00 de la mañana, y a esa hora lo asesinó el ejército. Me daba cuenta que en ese tiempo en mi casa no se podía hablar duro o como ahora hablamos, reímos, pero en ese tiempo yo decía algo y mi mamá me decía: “Callate, no hablés”, y uno no entendía nunca por qué. Y estábamos hablando, y aprendimos a hablar tan despacio con mi mamá, con mi papá. Y mi hermanita, la que me sigue, era tan chiquita y a veces no hacía caso. Y a veces en la noche no nos quedábamos en la casa, nos íbamos a dormir tras de los macollos de banano, las matas de banano que tienen varias matas al mismo tiempo. Nosotros ahí, bueno, a veces nos la pasábamos felices porque mi mamá llevaba ropa, y en la costa sur no hay frío, entonces uno se la pasa feliz, pero nos decían “no hablar”. No entendía. Recuerdo que la otra cuestión que me causó un poquito sorpresa porque era muy pequeña es que una vez me dijo mi mamá “agarrá un tanate”, le dicen tanate a un paño que ella usa y le meten ropa y eso ya es un tanate, “agarrá el tanate de tu ropa y nos vamos”. “¿A dónde?”, le dije. “Nos vamos a ir porque aquí hay gente mala”. Entonces salimos caminando. Era oscuro todavía. No recuerdo si era oscuro porque estaba amaneciendo o porque estaba atardeciendo, y nos fuimos a vivir a la casa de una tía de mi mamá, pero era una tía lejana, con quien nunca nos relacionábamos. Ahora entiendo que fuimos allí porque era una casa donde el ejército no ubicaba que estuviéramos escondidos. Estuvimos en esa casa durante tres días, encerrados, nadie salía. Nadie salía. Nos llevaban comida y nos llevaban todo. Y no entendíamos nada. Bueno, a veces caía mal esta encerrados, pero mi papá contaba muy buenos chistes, contaba cuentos y leyendas de la Llorona y ahí nos entretenían. No entendía mayor cosa qué pasaba.

Otra situación que me causó mucho enojo, tal vez, sentimiento y todo fue cuando en una ocasión mi mamá vi que salió corriendo y llorando, y yo dije “y a dónde se fue?” Mi mamá es de un carácter un poco fuerte, o sea, a veces con nosotros, si estamos gritando, “No grités!” y así, pero esa vez la vi tan débil, llorando. Y qué pasó? Y me fui. Cambió a mi hermana, le puso ropa y nos fuimos. Y dijo: “Vamos a la casa de tu abuela”. Con los papás de mi papá. Llegamos y mi tía estaba llorando. Yo dije, pero qué pasó? Entonces, después escuché que mi mamá le dijo a la tía de mi papá: “Agarre a la Leiria, no la vaya a dejar ir”. Yo escuché eso, entonces dije, no, yo tengo que ver qué pasa. Verdad. Pero era tan niña, tenía cuatro años. Entonces, la tía de mi papá agarró a mi hermana y ella dijo: “Te estás conmigo mamita”, y yo “Bueno” le dije, y me quedé ahí, pero vi que mi mamá se fue en el cacaoatal, cacaoatal son las matas de cacao, que había antes mucha producción de cacao, y yo seguí. Cuando yo fui a ver, estaban unos amigos de mi papá y mi mamá, así, y estaban viendo en un hoyo. Yo fui a ver y estaba mi papá enterrado. No estaba enterrado, porque a él lo hirieron los del ejército ese día porque iba a pescar y sus amigos con quienes iba a pescar excavaron un hoyo, un hoyo como una tumba, y lo metieron allí y pusieron nylon encima y después pusieron una tabla y dejaron hojas de cacao encima, como si no hubiera nada, y la tierra la tiraron a un río que había cerca, entonces no se veía nada. Si usted veía sobre la tierra, no veía que allí había una persona escondida. Pero mi papá se estaba desangrando mucho. Cuando yo llegué y vi a mi papá, yo me tiré al hoyo y lo lastimé porque lo fui a apachar y él tenía una herida en el pecho, una en la pierna y una en el brazo, aquí, un rayón en el brazo. Pero la que lo estaba matando era la del pecho. Y yo veía que él estaba vomitando sangre.

Y mi mamá se enojó tanto porque la tía de mi papá me había descuidado, entonces ya no pudieron hacerme nada. Me regañó mi mamá, me regañó, me abrazó y de todo, pero no dijo nada. Después, me quedé allí. Al rato llegó una mi tía que era enfermera en ese entonces y trabajaba en el hospital. Pero ella llegó con unos pollos. Y yo dije, “por qué traen pollos?” Pero no entendí. En ese entonces no entendí por qué llevaba pollos. Pero después sacó unas inyecciones, inyectó a mi papá, le puso un montón de remedios y a mi papá otra vez le echaron tierra y todo y mi mamá se fue y dijeron: “No vayan a llorar” y me dijo “No digás nada” y nos fuimos. Ahora entiendo que mi tía andaba con los pollos porque ella, cuando se fue a ese lugar, ella se llevó los pollos simulando que andaba comprando gallinas para hacer alguna fiesta en la casa, para que nadie se diera cuenta que ella iba a curar a mi papá. Afortunadamente, mi papá aguantó esas heridas. Después se lo llevaron no sé a dónde, no me di cuenta en ese entonces. Hoy me cuenta mi papá que a un hospital, no a un hospital, sino con un médico que lo curó, no en un hospital, sino en su casa, porque algunos amigos de mi papá, las heridas le habían causado mucho desangramiento y alguna infección porque no hubo un buen tratamiento.

Bueno, y empieza todo eso y yo digo hoy: “Por qué siguieron a mi papá, por qué?” Y según mi papá cuenta, que en el ochenta él empezó a organizarse con el CUC (Comité de Unidad Campesina) porque ellos se dedicaban a cortar caña en la costa sur y a ellos sólo les pagaban Q1.25 o Q1.50 por la tonelada y ellos sentían que ese dinero no les alcanzaba. Entonces hicieron un paro en la costa sur, decir a todos los trabajadores que no trabajaran hasta que subieran el precio y lograron ir en todas las fincas y organizar a la gente. Entonces hicieron una reunión, no sé exactamente por dónde, sólo me dijeron que era por la bocacosta.

Entonces, otro compañero que ahora es amigo de mi papá y él se fueron, después llegó el ejército y los siguió en helicóptero, pero no los encontró porque se escondieron bajo las hojas y todo y que de allí fue que a él lo empezaron a perseguir. Entonces, estuve tanto tiempo sin mi papá. Después lo vi y ya estaba normal. Sin embargo, era la situación esa de no hablar en la casa. Nosotros vivíamos en una casa que era de mi mamá, que mi abuelo se la había heredado, porque la familia de mi mamá no tenía dinero, pero más o menos tenía cómo pasarla. La familia de mi papá era una familia extremadamente pobre. Entonces vivíamos ahí.

Pero vivíamos a veces, pero a veces no. Salíamos y… Una noche, un atardecer, dice mi mamá: “Nos vamos a ir porque tengo un presentimiento muy fuerte. Aquí va a pasar algo malo”. Y mi papá dijo: “Bueno, usted siempre es así, que presiente cosas malas, mejor váyase con su mamá porque de repente pasa algo”. Pero ya estaba anocheciendo y mi mamá dijo: “Ya no tenemos tiempo para nada”. Sólo agarró a mi hermanita, a la nena, y a mí y nos fuimos a la casa de mi abuela. Al otro día, bueno, yo sólo vi que llegó mi papá, pero no era claro todavía, era de noche. Dice mi mamá que ahora que eran las 5:00 de la mañana mi papá dijo que ya no regresáramos a la casa. Esa noche, el ejército había llegado a la casa, había abierto las puertas a la fuerza y se llevó todo, todo, todo, todo lo que teníamos en la casa. Nos dejó sin ropa, sólo con lo que teníamos puesto. Dejó algunas cartas diciendo que nos van a… que estaba en la lista que iban a asesinar y que nos tenían que encontrar. Entonces, nosotros salimos de la casa de mi abuela y nos fuimos otra vez a la casa de la señora donde pasamos esas noches allí encerrados. Estuvimos esa noche.

Al otro día llegó un carro, bien temprano, y nos subimos en el carro y nos fuimos. Yo sólo miré que mi mamá iba rezando en todo el camino para que no apareciera el ejército y, cada vez que había una policía o alguien, hasta uno tenía un fuerte temor de que… hasta de no moverse ni de nada. Después nos fueron a dejar por unos potreros y caminamos y caminamos y caminamos. Al fin llegamos a una casa, a una champita le dicen, dónde es sólo así de palma y no tiene nada. Estaba en una montañita y allí estaba mi abuelo y mi abuela, los papás de mi papá. Ellos estaban contentos de que nosotros llegamos. Llegamos y ahí estuvimos viviendo por dos años casi, ahí nació mi hermanito. Estuvimos así pero tan, tan separados de todo, de la familia, de la gente. Sólo comíamos camarones, pescado, cangrejos, iguanas que mi papá agarraba y cosas así del monte, hierbas, frijoles. Y nunca nos comunicábamos con nadie.

Para nosotras con mi hermana era alegre. Era alegre, pero a veces… o sea, no, sólo nosotros hablábamos. En realidad no me quejo, fue una vida muy bonita. Estábamos juntos. Mi papá trabajaba. Pero era así tan, tan, tan aislada, tan aislado. Mi mamá nos enseñaba a agarrar cangrejos, a agarrar camarones en el río. Eso todavía me gusta actualmente, todavía mi tiempo libre lo uso para eso, aunque ya no hay. Y nació mi hermano, después yo ya tenía siete años. Mi papá dijo: “La Leiria tiene que entrar a la escuela y leer, porque yo no puedo”. Sólo mi mamá sabía leer y escribir. Mi papá estaba aprendiendo. Después dijo: “Bueno, como el ejército me busca voy a amnistiarme”, y se fue a amnistiar. Y después mi mamá pensó que no iba a regresar, pero después regresó. Volvimos a Santo Domingo y ya yo entré a la escuela.

Sin embargo, hasta el momento, siento que a mí me afecta mucho eso de decir “no, no hablés”. Yo hasta el momento quisiera cambiar y siento que he cambiado un montón. Por ejemplo, hablar al frente, hablar con la gente, muchas personas ahora me dicen: “Ah, la Leiria es creída” y no es que sea creída, simplemente a mí me cuesta demasiado hablar. Demasiado. Yo hago un sobreesfuerzo y ahora que he tenido, gracias a Dios, un montón de oportunidades, tuve la beca para la universidad y he tenido en la institución donde trabajo la oportunidad. He estado en movimientos juveniles.

Yo siento que ha sido bueno porque yo he aprendido a hablar, porque antes me paraba enfrente y temblaba, pero no hablaba nada. Y hablar duro me costaba. A veces dice, la maestra, “hable duro porque no se oye”. Yo casi no puedo hablar. Y hoy me pasa todavía, estoy al frente y no… No es que me digan ahora callate, hoy a veces en mi casa hablo de más, bromeo, pero siento que cómo ese impacto de no dejarlo hablar a uno por no sólo un año sino como tres años afecta demasiado la vida de las personas. Yo digo, a mí me gustaría expresarme o hablar así, sin ningún problema. No puedo. Y eso lo hablo a veces con mis amigas, con mis compañeros en el proyecto y dicen “Leiria sos creída”. Yo no soy creída, lo que pasa es que a mí me cuesta hablar. Yo puedo hablar, pero me cuesta expresarme. Por lo mismo, siento que eso afecta la vida de las personas.

Regresamos, nosotros teníamos, ya cuando regresamos a nuestra casa ya no andábamos escondidos; sin embargo, la situación era muy difícil. Mi mamá estaba muy enferma. Yo siempre pensé que se iba a morir. Mi papá igual. Nacieron mis otros hermanos. Yo lo acompañaba al campo, íbamos a sembrar maíz, a sembrar ajonjolí. Y mi papá decía: “Leiria estudiá, yo no quiero que seas igual que yo”. Y yo iba, a mí me gustaba estudiar, pero después dijo: “Mirá Leiria, yo ya no tengo dinero para que sigás en el instituto”, entonces mi mamá ese día se puso a llorar y dijo: “De plano ya no, porque los demás nenes tienen que seguir en la escuela”. Yo no podía hacer nada para ganar dinero, sólo tenía 13 años. Después, esa mi tía que era enfermera antes, ella cosía, confeccionaba ropa, pero mi familia era muy conservadora, tampoco me dejaban salir mucho. Entonces mi papá dijo: “Si querés te vas con tu tía para aprender a coser y así tal vez podés ganar unos centavos”.

Y fui a aprender a coser, más o menos aprendí, no bien, pero como yo vivo en el campo, todavía vivo así muy lejos, no hay mucha gente, entonces cosía alguna que otra blusa, pero eso no me alcanzaba. Y después dijimos con mi mamá “vamos a hacer un negocio de venta de… por ejemplo, llevar a vender carne, llevar a vender remolacha, repollos, a otros lados donde no hay. Y dijo mi mamá: “Ya con eso podés estudiar en el básico”. Fue así como logré estudiar el básico y el diversificado; sin embargo, dejé dos años porque no tenía dinero cómo hacerlo.

Ya cuando terminé, yo dije yo voy a estudiar en la universidad, en la San Carlos, porque ahí no se paga. Pero después fui a la San Carlos y el horario era sólo de noche y yo vivía tan lejos, entonces era imposible para mí ir a la universidad en la noche, todos los días, eso requería tener… necesitar viajar, pero también tenía que caminar mucho y dinero para movilización. Después logré el contacto para la beca y, gracias a Dios, con eso pude estudiar toda la universidad, mantener la beca y estudiar toda la universidad.

Yo no me quejo, gracias a Dios, tengo un trabajo, me gusta mucho lo que hago y tengo lo suficiente para estudiar. Después dije en el proyecto de la beca que ya no necesitaba todo el apoyo que la beca me ofrecía, porque yo conseguía dinero de mi trabajo para poder cubrir mis estudios, porque supongo que hay otras personas que, igual que yo, necesitan y no tienen para apoyar. Pero, en realidad, Santo Domingo, en donde yo vivo, fue muy golpeado por la guerra. Hubieron masacres enteras a las comunidades. Ya en la institución donde trabajo ahora, y justamente también se me olvidó traer, pero voy a compartirte un documento similar al que tú hiciste, nosotros hicimos uno así para recopilar experiencias de las familias, de cómo sufrieron por la guerra, porque nosotros después hicimos dos exhumaciones de cementerios clandestinos.

En el primer, encontramos… fue donde estaba el destacamento militar, y sólo encontramos 18 fosas… 18 restos. Habían restos de mujeres con su traje y de hombres amarrados de aquí de… con alambre a los pies, se veía que había sido tortura, y de niños. Y en el otro fue un pozo donde sólo se encontraron cuatro, ya no recuerdo ahorita. Bueno, hay otros posibles lugares, lo que pasa es que para hacer una exhumación se necesita todo un trámite y también recursos para llevar, coordinar, pero todavía estamos en ese plan de ver cómo exhumar los otros cementerios, porque hay un montón de gente que aún no ha aparecido.

Hay otras historias más dramáticas de gente que ha vivido, que ha visto morir a su familia, que ha visto… no morir, sino cómo los torturan, cómo matan a los hijos. Gracias a Dios, a mi papá no le pasó nada, sólo fue a mi abuelo, tíos de mi papá. Nosotros tuvimos que huirnos, estar un poquito aislados. Han sido experiencias que ahora las recuerdo y las recordamos en mi familia un poco tristes, pero también han sido algunos momentos de convivencia unidad, verdad, de disfrutar de la naturaleza, cosa que ahora ya no se da, de ir a comer a la orilla de un río.

A mí me traen gratos recuerdos cuando tengo un poco de tiempo, porque casi no tengo, y voy a un río. Vienen a mi memoria un montón de recuerdos de antes, cuando tenía cuatro, cinco años. Lo único es que sólo eso recuerdo, no puedo recordar otras cosas bonitas. Muchas, ahora en la universidad, la escuela, un montón de niñas recuerdan de cómo jugaban con sus muñecas, como celebraban piñatas. Yo digo, yo no recuerdo nada de eso, nunca tuve eso, porque siempre viví aislada. Yo siempre recuerdo de cosas de guerra, de la muerte de mi abuelo.

Por ejemplo, recuerdo un montón de cosas un poco fuertes, o fuertes para mí. Sin embargo, es la vida y lo que uno también aprende a ser más sensible cada vez con la situación que vive con la experiencia. Y, bueno, yo tenía ganas de compartirte esta experiencia que creo que pueda ayudar para que tú puedas agregar un poco, o no sé, a tus documentos para que se conozca un poco desde las diferentes situaciones, los diferentes lugares, porque yo vivo en la costa sur y cómo se vivió allí el conflicto, verdad, fue una situación bastante complicada para las familias por la zona, por las características y todo empieza por esa situación de… o sea, a mi papá lo acusan de guerrillero por hacer este paro casi en toda la costa sur, verdad, que yo sé que también fue un gran impacto para la economía de la producción de caña, pero en ese tiempo no estaban pagando lo justo y ellos hicieron eso. Y eso fue lo que hizo a que se enojaran tanto y nos persiguieran tanto, tanto, tanto. Sin embargo, no pasó a más con nosotros. Mi papá hoy tiene las cicatrices de las heridas y mis hermanitos chiquitos: “Oy, y esto qué es papa”. A mi papá le da risa y a mis hermanos grandes ya les cuento, pero a los chiquitos simplemente pasa como algo así que…

Estudiante: Como si no pasó nada.

Sí, como si fuera un lunar o algo ahí, no mayor cosa. Es importante compartir a veces. Eso ayuda un poco y uno dice, bueno, hay que compartir las experiencias. A veces uno tiene algunos caracteres y no es porque uno sea así, sino porque a veces son cosas que le marcan la historia, la vida, pero todo pasa y, gracias a Dios, hoy estamos… no puedo decir que Guatemala está en paz, porque no está en paz, la pobreza, el hambre, son problemas que las familias todos los días no están en paz. Ahorita se dice Guatemala es un país con paz o en paz o posguerra o lo que sea. Si vemos cada familia, la situación es de desempleo, de búsqueda de comida, todos los días de búsqueda, pues, no hay nada. Entonces, estamos en un posguerra donde todos se mataban con armas, pero ahorita toda la gente se muere no porque las matan sino porque… no porque las matan con armas sino porque no tienen comida, por alguna enfermedad tan pequeña, se está muriendo porque no tiene cómo ir al médico. Otro problema grande es lo que ha dejado eso es la no participación, la ignorancia. Yo tuve la oportunidad de ir a la escuela, mucha gente se quedó más tiempo encerrada y no pudo ir a la escuela. Ahorita es gente analfabeta, gente indocumentada. Nosotros trabajamos en un programa de documentación de mujeres porque, en este caso, cuando quemaban las casas, cuando hacían un montón de cosas, se llevaban la ropa, todas las cosas, dejaban sin documentos. La gente, las mujeres, por la misma pobreza nunca más se interesaron por sacar sus documentos. Ahora a una mujer le dan un cheque y dice: “Ah, yo no puedo ir al banco, que vaya mi marido” y eso también genera una cuestión de dependencia. Y no es que yo sea extremadamente feminista, pero digo: “No, es que las mujeres tenemos que valernos por nosotras mismas”, pero cuál es la causa, por qué no lo hacemos. No es sólo porque históricamente ha existido el machismo, sino también porque aquí hay una cuestión de guerra que afectó mucho, que las mujeres no pudieron participar o que en algunas familias decían: “No, es que los hombres tienen que ir a la escuela”. Y mis abuelos, por ejemplo, siempre tuvieron esa idea. Cuando yo entré al instituto, le dijeron a mi papá: “La Leiria va a ir sólo para aprender a escribirle carta a los novios”. Mi papá dijo: “Bueno, es mi hija y yo voy a decidir lo que quiero con ella, porque yo quiero que no sea igual que yo”. Y así verdad, son cosas que van afectando y que ahora vemos una cuestión de dependencia total. ¿Por qué estamos en dependencia? Por lo mismo. ¿Por qué estamos en pobreza? Por lo mismo. La guerra no sólo mató, porque los que murieron ya murieron, no sé si están en el cielo o el infierno o lo que sea, pero están descansando. Ahí cada quien con su creencia. Sin embargo, aquí ha generado varios efectos, efectos negativos para quienes aún estamos vivos. Gracias a Dios yo sólo tengo eso de no poder hablar, pero lo estoy superando, yo siento que lo estoy superando enormemente. Sin embargo, hay personas que viven en la extrema pobreza por eso, porque no hubieron oportunidades, porque no pudieron asistir a la escuela, porque hoy son dependientes de alguien porque la gente que quedó lisiada de guerra hoy no puede trabajar por sí sola, es dependiente, pero es por lo mismo. Y eso a veces no se… a veces se dice mucho de los huérfanos, de las viudas, pero no de otros efectos que está causando actualmente y que causará por algunos años más en estas generaciones la guerra. Eso sería. No sé si tienes alguna pregunta, porque a veces a mí se me escapa algo.